21 febrero, 2010

La presidenta circunstancial


Laura Chinchilla Miranda de 50 años, casada, con un hijo, de familia de clase media y una ferviente católica. Es graduada en ciencias políticas de la Universidad Georgetown, en Washington. Ha sido ministra de Seguridad y diputada, sino fuera porque Costa Rica proscribió el ejercito desde hace más de medio siglo, sería el sueño para los ideólogos derechistas.

Es una mujer calculadora, casi inexpresiva. Sobria en su forma de vestir y en el trato con las personas. Cuando el mandatario, Óscar Arias, le propuso ser la candidata del Partido Liberación Nacional, agrupación socialdemócrata y la más antigua del país, tardó varias semanas en aceptar la postulación. Para que se entienda claramente, ella es la antítesis de Hillary Clinton o Cristina Fernández. Entre sus planes políticos nunca estuvo ser la primera mujer presidenta en la historia de esta pequeña nación centroamericana de 4,5 millones de habitantes, que para el resto del mundo pasa prácticamente inapercibida.

Sin embargo, ha sido la respuesta ideal para la continuación del actual Gobierno, máximo porque ella ocupaba la primera vicepresidencia. Fue Arias quien, hace dos años, decidió que entregaría su banda presidencial a una mujer, pero no cualquiera sino a su ungida. Además, era la jugada idónea para un partido carente de nuevos líderes. Su ascensión fue circunstancial.

La estrategia ha dado resultado. Chinchilla Miranda arrasó a sus dos principales contendientes en las elecciones del pasado 7 de febrero al conseguir casi un 50% de los votos emitidos, pero no posee mayoría en el Congreso de los Diputados lo cual la obliga a realizar alianzas políticas.

¿Cómo se explica que una política con poco carismática ganara? La razón es la maquinaria propagandística detrás de ella. Millones de dólares en su campaña política y el apoyo de los principales sectores económicos del país. Por ejemplo, uno de sus vicepresidentes, Luis Liberman, fue el dueño del principal banco privado del país, adquirido posteriormente por el grupo canadiense Scotiabank.

Su forma de dirigir el país no será diferente a los últimos cuatro años. Seguirán los cambios de corte liberal en la economía del país, ya bastante diversificada y abierta. Muchas de las transacciones cotidianas se hacen en dólares, desde comparar una computadora portátil o adquirir un préstamo para una vivienda, pese a que la moneda local es el colón (560 colones equivale a un dólar).

El reto inmediato, y su caballo de batalla en la campaña política, es la mejora de la seguridad ciudadana. Los robos y las muertes violentas han crecido alarmantemente en una nación acostumbrada a la tranquilidad crónica. Parte de la culpa la tiene la influencia de los carteles del narcotráfico, colombiano y mexicano, al ser un puente de tránsito de la droga hacia el norte. Un ejemplo rápido, tres días antes de las elecciones presidenciales la policía detuvo a dos muchachos, de 16 y 17 años, sospechosos de asesinar por encargo a ocho personas en sólo tres meses.

Y bueno, quedan los problemas similares al resto de Latinoamérica: reducir la pobreza del 18% de sus habitantes o combatir el crecimiento de las desigualdades económicas.

También avanzará en la apertura a la empresa privada de la telefonía celular, Internet y los seguros. Estos servicios eran monopolios estatales hasta que Costa Rica ratificó el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Además es muy probable que hago lo mismo en el sector de los hidrocarburos y fomente aún más la producción de energía eléctrica por empresas privadas.

Del Gobierno de Chinchilla no hay que esperar grandes cambios, ni acercamientos bolivarianos, su política será la continuidad.

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