
El tercer día. Las repercusiones. Take the money and run, título de una de las películas más famosas de Woody Allen, resume de manera ejemplar la situación que pasaron muchísimos clientes de entidades bancarias.
La incertidumbre campaba sobre el futuro de su dinero o su pensión. Intentar sacar el dinero era imposible, algunos bancos impusieron limitaciones a los retiros de efectivo para detener la sangría. También buscaron, de forma desesperada, hacer una ampliación de capital, pero los huecos por tapar eran grandes.
La pregunta inevitable era ¿cómo sucedió esto? Nadie se explicaba como el motor financiero del mundo se tambaleaba. Los sectores más críticos exigían respuestas y culpables. Los años de auge llegaban a su fin junto a la ganancia fácil. La década de políticas desreguladoras, de corte liberal, pasaban una costosa factura.
Cuando los grandes empiezan a anunciar resultados negativos, la histeria se apodera de las bolsas de valores. Muchas firmas empiezan a huir de las hipotecas basura, pero su contagio era inevitable.
Los valores de muchas empresas sucumben. El primero en caer es el banco de inversión Bears Stearns, que fue adquirido por JP Morgan, con el respaldo de capital de la FED. Posteriormente, una de las entidades más reconocidas a nivel global Lehman Brothers se declara en bancarrota abrumado por las grandes pérdidas y es adquirido, parcialmente, por el banco y aseguradora financiera londinense Barclays.
El principal banco alemán, Deutsche Bank, sufre también pérdidas sustanciales en uno de sus fondos vinculados a la financiación inmobiliaria. Además, BNP Paribas, suspende tres fondos por falta de liquidez.
Al ser los bancos los principales afectados, el contagio empieza a extenderse al resto de la economía. Muchas empresas del sector primario, el secundario y el de servicios quiebran al no obtener los créditos necesarios para pagar a sus trabajadores y a sus proveedores. La indusria automotriz, una de las más golpeadas, ve caer sus ventas drásticamente e inicia los recortes de empleados.
Las compañías dejan de invertir, por falta de financiación, y las personas disminuyen su consumo. La economía a pie de calle prácticamente se paraliza. Esto genera en muchos países la deflación.
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